DOMINGO

Los buenos viejos tiempos

   A pesar de la desesperación de algunos, sea por razones ideológicas, políticas o económicas, el hecho es que el Presidente Andrés Manuel López Obrador cumple cien días en el Poder con un gran respaldo en la sociedad.

   No sólo son las encuestas, es el ánimo de tantos ciudadanos de a pie entre los cuales caló el discurso de “la corrupción” como raíz de todos los problemas de México, desde el desempleo, hasta la inseguridad y la existencia de tantos pobres.

   Nada indica que a partir de hoy el Presidente López Obrador vaya a hacer cambios sustanciales en su modo de gobernar. Después de todo aplica su experiencia como político, su innata habilidad para la política y su personal concepción del poder presidencial, una combinación del imaginario popular del presidente todopoderoso y otra de las personales experiencias.

   Muchos de sus adversarios, impacientes, advierten que ya tiene muchos frentes abiertos. La pregunta sería ¿qué Presidente de la República, por el solo hecho de sentarse en la silla presidencial no tiene ya muchos frentes abiertos? Es lo normal en una sociedad tan compleja como la mexicana.

   Claro a eso se suman las presiones de tantos modos de pensar radicales que se acogieron a la sombrilla que significó Morena para viejos y nuevos opositores de eso que los politólogos llaman el viejo régimen.

   Quien esto escribe ratifica lo de hace unas semanas. Si, como dicen nuestros críticos, en realidad fuéramos priístas aferrado, pues lo seguro es que ante el funcionamiento del actual gobierno de la República sólo repetiría un viejo lema de políticos estadunidenses: “…the good old times are here again”.