DOMINGO

Mantener los pies en la tierra

  Hace muchos años, a un sacerdote que trabajaba en El Vaticano, muy cerca del Papa Juan Pablo II, le pregunto un amigo cómo era posible que el Papa conservara su sencillez a pesar de que ya entonces lo colmaban de elogios.

  “Reza mucho, reza a toda hora”, respondió el sacerdote.

  Ese era el recurso de Juan Pablo II, pero, uno se pregunta: ¿cuál será el recurso para que a un Presidente de la República los elogios no le hagan despegarse del mundo terrenal?

  Quizá sólo el aceptar que los elogios, hasta los mejor intencionados no pueden ser tomados como reales. De alguna manera tratar de ver la perspectiva del mundo real, no del que le crean quienes le rodean.

  Un ejemplo sería aquel Presidente que, en una gira, desde el balcón central del Palacio de Gobierno del Estado, contemplaba una multitud que le aclamaba. Al verle pensativo, el Gobernador le dijo: ¿piensa usted en lo que el pueblo le quiere, señor Presidente?

 -No - respondió, - calculaba cuánto le costó al presupuesto del Estado reunir a esta multitud-

  Actitudes similares ayudan a mantener los pies firmemente asentados en el suelo.