DOMINGO
Lealtad inquebrantable
Con tantos ideólogos extranjeros en su gobierno y en su partido, al Presidente le han hecho olvidar a veces la inquebrantable lealtad de los soldados y marinos de México a las Instituciones de la República.
Vale recordar, pues, una anécdota de 1968, contada ya otras veces por quien esto escribe:
México era en 1968 centro de encuentro y confrontación de las fuerzas políticas e ideológicas que se disputaban la hegemonía en lo que se conoció como la Guerra Fría.
Desórdenes estudiantiles, agitación que intentaba movilizar a los sindicatos parecían caldo de cultivo para los golpes de Estados en otras naciones del Continente.
Había nerviosismo, inquietud y corrían incontenibles los rumores de un Golpe de Estado, al cual se afirmó entonces contaba con la simpatía de la Embajada.
Si a eso le sumamos la efervescencia por los grupos de los aspirantes a suceder al Presidente Díaz Ordaz, se explican muchos acontecimientos.
Hasta en Los Pinos se sabía que muchos, en México y el extranjero, decían que todo estaba maduro para un golpe de Estado.
Así, una tarde noche le informaron al Presidente que de Sedena habían avisado que iban a Los Pinos todos los miembros del Estado Mayor de la Defensa Nacional, encabezados por el general Secretario Marcelino García Barragán.
No solicitaron ser recibidos por el Presidente, sólo avisaron que iría.
Contaba Díaz que temió lo peor. Se colocó la banda presidencial, de pie en el escritorio del despacho presidencial de Los Pinos, “con los puños coloqué las manos en el escritorio, para que no temblaran”.
Fue entonces que entraron al despacho Presidente todos los altos mandos del Ejército, con el general García Barragán a la cabeza.
“Señor Presidente, le dijo el general, venimos a expresarle la lealtad de los soldados de México a las instituciones de la República”.
Diaz Ordaz rodeó el escritorio, le dio un abrazo al general García Barragán y a los demás miembros del Estado Mayor de la Defensa: Sólo pudo decirles: “Gracias, a nombre de este Presidente y de México”.
Se ratificó así la lealtad inquebrantable a las instituciones de la República.
Esos son los soldados y marinos de México que quien esto escribe ha conocido y respeta por su lealtad y patriotismo.
Alguien debería recordarle esto al Presidente López Obrador, para que no oiga las sinrazones y malquerencias de los ideólogos que no pueden entenderlo.